Imagina que tienes un nuevo aparato telefónico, con todas las ventajas, aplicaciones y funcionalidades que la moderna tecnología te permite. De seguro él facilitará tus comunicaciones y hasta optimizará tu trabajo. Súbitamente, sin embargo, te percatas de que solo puedes llamar a teléfonos de la misma compañía. Días más tarde, reparas en que algunas aplicaciones solo funcionan con ciertos proveedores. Digamos que, por ejemplo, no puedes hacer compras telefónicas si no es con compañías que han sido previamente aprobadas por tu proveedor de telefonía. Ese tipo de problemas, con matices, es el que, quizás sin saber, experimentas cada vez que tu proveedor de servicio de acceso a Internet no te garantiza la neutralidad de la Red.
La neutralidad de la Red evita la discriminación en las comunicaciones. De acuerdo al principio de neutralidad de la Red, los prestadores de servicio de Internet no pueden degradar, bloquear ni privar el acceso a los servicios que son prestados en línea, afectando tanto a los consumidores como a los proveedores, especialmente de servicios competitivos. Así, por ejemplo, una empresa telefónica que además da acceso a Internet no debería impedir que un usuario emplease Skype u otro servicio de telefonía que funcione a través de Internet, a efectos de hacer llamadas a menor costo. Del mismo modo, la empresa proveedora de acceso a Internet no debería impedirle acceder a ciertos sitios o contenidos, ni usar ciertos programas de ordenador. Esas decisiones corresponden al usuario, no a quien provee un servicio, el cual no debería distinguir la naturaleza de la comunicación, su contenido ni forma. Sigue leyendo