Nos encontramos en la “sociedad del dato”, hemos pasado de la sociedad de la información (quizá, incluso, infoxicación o sobrecarga informativa) a una atomización de la información, a la necesidad del dato, de la información en bruto para que pueda ser tratada, almacenada, comparada, enriquecida con múltiples finalidades diferentes. Es el boom de los denominados “big data”, esto es, ingente cantidad de datos/información, a la espera de ser tratada. La información en bruto, los datos, pueden ser determinantes a la hora de revitalizar la economía en épocas de crisis; los datos son el “nuevo oro” que puede generar nuevas oportunidades de negocio y convertirse en un sector tractor de la economía digital. Asimismo, los datos (o, mejor dicho, el acceso a estos) pueden mejorar la calidad democrática de nuestra sociedad en aras de la transparencia de nuestros gobernantes.
Como migas de pan que dejamos caer en nuestras actividades diarias, estas migas pueden ser utilizadas, si se permite el símil, para generar nuevos alimentos con los que dar de comer de nuevo a la sociedad (reutilización); para analizar la sociedad en sí misma según la composición de las migas y los rastros hallados, o para rastrear la actividad de un ciudadano e incluso poder localizarlo por el rastro dejado.
Como podemos observar, la recopilación, el tratamiento y la utilización de estos datos -en una sociedad altamente desarrollada tecnológicamente y en la que en la actualidad se conecta hasta límites insospechados, con la eclosión de las redes sociales- son de vital importancia y deben ser tratados, incluso jurídicamente hablando, de la forma que les corresponde. Sigue leyendo