La privacidad en la sociedad del dato

Nos encontramos en la “sociedad del dato”, hemos pasado de la sociedad de la información (quizá, incluso, infoxicación o sobrecarga informativa) a una atomización de la información, a la necesidad del dato, de la información en bruto para que pueda ser tratada, almacenada, comparada, enriquecida con múltiples finalidades diferentes. Es el boom de los denominados “big data”, esto es, ingente cantidad de datos/información, a la espera de ser tratada. La información en bruto, los datos, pueden ser determinantes a la hora de revitalizar la economía en épocas de crisis; los datos son el “nuevo oro” que puede generar nuevas oportunidades de negocio y convertirse en un sector tractor de la economía digital. Asimismo, los datos (o, mejor dicho, el acceso a estos) pueden mejorar la calidad democrática de nuestra sociedad en aras de la transparencia de nuestros gobernantes.

Como migas de pan que dejamos caer en nuestras actividades diarias, estas migas pueden ser utilizadas, si se permite el símil, para generar nuevos alimentos con los que dar de comer de nuevo a la sociedad (reutilización); para analizar la sociedad en sí misma según la composición de las migas y los rastros hallados, o para rastrear la actividad de un ciudadano e incluso poder localizarlo por el rastro dejado.

Como podemos observar, la recopilación, el tratamiento y la utilización de estos datos -en una sociedad altamente desarrollada tecnológicamente y en la que en la actualidad se conecta hasta límites insospechados, con la eclosión de las redes sociales- son de vital importancia y deben ser tratados, incluso jurídicamente hablando, de la forma que les corresponde. Sigue leyendo

Internet y la libertad de expresión

“Uno de cada tres usuarios de Internet en el mundo no tiene libre acceso a la Red. Sesenta países censuran Internet con mayor o menor empeño y también acosan a los internautas hasta extremos insoportables”. Así reza el informe de Reporteros sin Fronteras (RsF) de marzo de 2011 sobre la censura en Internet. En estos momentos, al menos 127 personas están encarceladas en todo el mundo simplemente por haber utilizado Internet para expresarse libremente. Son cifras alarmantes. Necesitamos más que nunca defender la libertad de expresión en Internet y proteger a los ciberdisidentes, palabra de nuevo cuño que designa a quienes utilizan Internet para expresar ideas u opiniones contrarias a las impuestas como “políticamente correctas” por Gobiernos autócratas del signo que sea. O bien para dar noticia de agresiones, abusos o crímenes que los poderes hurtan a la opinión pública.

El acoso a los flujos de información que escapan al control de los poderes establecidos empezó mucho antes de que Internet se popularizara y de que aparecieran las redes sociales. Los primeros ataques se dirigieron a la televisión por satélite, especialmente en el Tercer Mundo. “Se prohíben las parabólicas”. Esta fue una de las primeras medidas que adoptaron los jerarcas del Frente Islámico de Salvación (FIS) tras las primeras elecciones municipales pluripartidistas que se celebraron en Argelia, en 1989. Manifestaban así el propósito de impedir las influencias consideradas perniciosas que llegaban de Occidente. Sigue leyendo

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